La decisión de la academia Sueca de conceder el premio Nóbel de paz al presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, es una afrenta a Alfredo Nóbel, el creador de la fórmula de la pólvora y quien se arrepintió de su invento una vez se da cuenta del uso pérfido que de ella hacen los belicosos y los ineptos para convencer con argumentos y tienen que acudir a la fuerza bruta. Es un insulto. Un agravio, no solo a su memoria, sino también a los nobles propósitos del acreditado galardón.





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