Por costumbre o por  desesperada o ingenua esperanza llenamos en los últimos días del año   a nuestros amigos, colegas, familiares y hasta extraños con deseos de progreso y de éxitos. Nos deseamos mucha paz. Abrazos van, abrazos vienen. Hacemos hasta el ridículo de comernos las 12 uvas al ritmo de las 12 campanadas  y el alma se nos llena de emoción, expectativas e ilusiones. Es el encanto de la noche vieja y sus días previos.

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